Hay cuentos para dormir, pero también los hay para despertar: son los que abren los ojos del alma de quien los lee o escucha y que llegan al centro del ser con una puntería certera. Relatos que abren las ventanas de la mente y amplían la visión del mundo.
Son un recurso lúdico y didáctico, que ayuda a los padres a educar a sus hijos. Complementan la educación de manera creativa y son una forma divertida de transmitir mensajes y fortalecer el vínculo con ellos.
Por medio de cuentos, los niños desarrollan habilidades como escuchar, visualizar y fantasear. Contribuyen a potenciar su imaginación y dejan buenos valores.
Los buenos relatos educativos recrean situaciones similares a las de la vida real, cuentan con protagonistas que solucionan sus problemas y tienen un final feliz y alentador, lo que anima a los jóvenes que los leen o escuchan en boca de sus padres, a encontrar salidas a sus problemas y resolver sus conflictos.
Es un modo de decir que no todo está dicho, que la creación en las formas de enseñar valores a los más pequeños forma parte de la educación y es clave para prevenir conductas de riesgo y convertir a los niños en buenos ciudadanos.

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